Cuando yo era un niño...

Aprendí sobre las leyes de la física y la aerodinámica haciéndome alas de cartón y saltando de un árbol de aguacate. También probé con un paraguas después de ver Mary Poppins. Eso tampoco funcionó.

Aprendí matemáticas contando cuántos huevos de geckos podía encontrar escondidos en las esquinas de las ventanas.

​

Aprendí sobre biología al observar cómo la morera sacaba racimos de flores alrededor de las cuales las abejas zumbaban y, con el tiempo, eventualmente se convertían en bayas de color púrpura brillante que yo comía, tiñéndome la lengua y los dedos de rojo.

Aprendí sobre el impacto humano en el medio ambiente y la contaminación cuando las tortugas marinas llegaban a la orilla con plástico envuelto alrededor de sus cabezas. O con globos desinflados atrapados en la garganta.

​

Ahí fue también cuando aprendí que no podía quedarme parado y ver cómo sucedían esas cosas.

Todas estas son lecciones que siguen siendo importantes y relevantes para todos nosotros hoy.

​

Y no aprendí ninguno de ellos en un salón de clases.

Los aprendí en los espacios de tiempo entre la escuela, en mi patio trasero y en mi comunidad. A través de experiencias reales que construyeron conexiones emocionales y recuerdos.

​

Los niños de hoy no tienen las oportunidades que tuve yo.

Nuestros sistemas educativos y nuestras vidas hogareñas crean una división firme entre nosotros y el aire libre. Vamos de nuestras casas a nuestros autos o autobuses a edificios escolares y oficinas y apenas levantamos la vista de las pantallas de nuestros teléfonos para ver un diente de león creciendo a través de la grieta en la acera.

Y hay consecuencias para esto. El acceso y el tiempo al aire libre son cruciales para nuestra salud y bienestar individual y colectivo, especialmente el de los niños. Sabemos esto ahora. La investigación lo respalda. Los niños que crecen jugando al aire libre son más saludables, más felices y más inclinados a cuidar el mundo natural.

Pero nuestros sistemas se están quedando atrás. Hay una falta de comprensión y apoyo para que los cuidadores y educadores lleven a los niños al aire libre a jugar y aprender. De hecho, a menudo existen barreras enormes y sistémicas que impiden incluso a aquellos que son capaces y quieren hacerlo.

​

Pero las cosas están cambiando.

Hay un movimiento creciente en todo el mundo para crear sistemas educativos que estén arraigados en el aire libre, que consideren el bienestar y el aprendizaje real por encima de los puntajes de las pruebas.

Hay miles de educadores que buscan capacitación, recursos y redes para apoyar su visión de llevar a los niños al aire libre.

​

Hay impulso para el cambio. Puedo verlo y sentirlo.

He vivido en bastantes lugares en mi corta vida, desde los trópicos, a los desiertos, a las montañas, a los valles y bosques, a los centros urbanos. Sé que los sistemas en los que operamos son creados por nuestras culturas. Y sé que tenemos el poder de cambiarlos y mejorarlos, si estamos dispuestos a intentarlo.

​

Por lo tanto, estoy invitando a otros a unirse a mí para obtener Forest Schooled.